Mi abordaje de los problemas de pareja se basa principalmente en la Terapia de Pareja Focalizada en Emociones o TFE (Emotionally Focused Couple Therapy, Johnson y Greenberg). Este enfoque terapéutico tiene gran tradición, ha sido muy estudiado y genera muchas aportaciones nuevas, y ha demostrado su eficacia en buen número de estudios, así como una tasa muy buena de mantenimiento en el tiempo de las mejorías conseguidas (otros modelos basados sólo en negociar o cambiar conductas tienden más a la recaída). Se basa principalmente en una síntesis de modelos sistémicos (ver a la pareja como un sistema interconectado en movimiento en el que descubrir sus patrones y ciclos) y humanistas-experienciales (basados en lo que sucede aquí y ahora, la conciencia y la responsabilidad). Es esencialmente un enfoque que transmite a los miembros de la pareja poder, conciencia y responsabilidad, y sobre todo una visión no patológica, positiva y de crecimiento del ser humano, a la vez que facilita que se generen recursos útiles y naturales.
La TFE es integradora, porque suma un foco interior hacia el individuo, y uno interpersonal sobre la relación. El terapeuta no arbitra ni dictamina, ni es un profesor que da clase sobre cómo deberían ser las cosas ni un juez que decida quién tiene razón, sino que es un consultor de procesos, ayudando a los miembros de la pareja a reprocesar sus experiencias, sobre todo emocionales, y un coreógrafo del movimiento de la pareja. Es más un colaborador que un experto (en el sentido clásico).
La primera sesión es evidentemente conjunta (aunque claro, a veces ante una crisis de pareja sólo uno de los miembros solicita asesoramiento). La segunda visita se divide entre ambos miembros por separado para completar información relevante, y con esto a partir de la 3ª sesión se comienza a trabajar el cambio. El número normal de sesiones suele estar entre 6 y 15, y la frecuencia a partir de la 3ª sesión entre 2-4 semanas; a veces algo más en las últimas. Evidentemente, no todas las parejas deciden continuar la relación; en algunos casos la dinámica les lleva a decidir que el cambio que necesitan sea precisamente la separación. Pero por supuesto, estos posicionamientos son en última instancia responsabilidad de la pareja, no del terapeuta.
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