Pertenece a la familia de las Rosáceas que comprende un gran número de géneros de gran interés agrícola, con especies herbáceas, arbustivas y arbóreas. Dentro de la subfamilia de las Rosoideas está el género Rosa que tiene más de cien especies. Existen gran cantidad de híbridos y variedades que proceden principalmente de las especies Rosa canina (escaramujo), Rosa centifolia (rosa de cien hojas), Rosa Gallica (rosa roja), Rosa fragans (rosa de té) y otras más.
Hay muchísimas especies diferentes de rosales, pero en esta ocasión nos centraremos en los rosales de grandes flores o híbridos de té.
Hay varias historias que cuentan el por qué de este nombre. Una de ellas dice que su origen es oriental y que llegaron a Occidente en macetas donde transportaban el té. Otra nos dice que al frotar sus hojas desprenden un aroma parecido a esta hierba. No sabemos con exactitud cuál de ellas es la verdadera o si sólo son leyendas.
El mundo de las rosas es muy amplio y complejo, se pueden clasificar de diversas maneras, pero todas tienen en común una característica de la flor: tienen cinco pétalos o un múltiplo de este número. Una de las clasificaciones clásicas es la histórica: botánicas, antiguas y modernas. No siempre se les clasificó así, fue en 1867, con la creación de la variedad La France, cuando se comenzó a hacer.
Hoy en día existen más de 30.000 variedades distintas de híbridos de té. Sus rosas son grandes, de colores sólidos, dobles y con fragancia intensa. Su floración tiene una gama de colores muy amplia y es muy larga, desde principio de la primavera hasta los primeros fríos, bien entrado el otoño.
Algunos ejemplos de híbridos de té son:
Michèle Torr: de color blanco inmaculado. Produce una floración abundante de aroma dulce.
Papá Meilland: rojo oscuro de tamaño medio. Requiere cuidados algo especiales.
Speck’s Yellow: amarillo muy vivo.
Ena Harkness: de color rojo carmesí.
Witzo: naranja.
Y muchas más, por no decir muchísimas.
Un consejo: como son variedades injertadas, se deben retirar los chupones que aparezcan en la parte inferior. También es conveniente recortar las flores marchitas, ambos quitan fuerza a nuestra planta y, por consiguiente, a sus flores.
Hay que podarlo tras las fuertes heladas del invierno, así favoreceremos una floración abundante.
Debemos tener cuidado con:
El pulgón: como ya hemos dicho en otras ocasiones, este insecto no matará a nuestra planta, pero hará que pierda su valor ornamental. Nuestro consejo siempre es un aclarado con agua jabonosa al detectar los primeros síntomas (os recomendamos que leáis el artículo de los pulgones).
Los escarabajos: se comen las flores. Los detectaremos al encontrar pétalos al pie del rosal con marcas de mordiscos. Con quitarlos a mano debería ser suficiente. También hay avispillas que se alimentan de sus hojas y pueden llegar a causar una defoliación muy importante que debilitaría mucho la planta.
El oidio: este hongo deja en las hojas una especie de polvillo grisáceo o blanquecino. Para evitarlo debemos mantener las hojas del rosal secas.
Araña roja: este ácaro aparecerá cuando el ambiente esté demasiado seco.
Si bien es una especie que precisa de ciertos cuidados, tampoco es de difícil cultivo ni de gran exigencia en cuanto a clima o suelo, adaptándose a distintas condiciones, aunque prefieren un suelo neutro, bien abonado y algo arenoso.
Los cuidados que requiere nos recompensarán sobradamente con su floración abundante durante gran parte de la primavera y el verano, pudiendo considerarse como una de las flores más indicadas para el cultivo de flor cortada y la realización de ramos.
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