MIGUEL MANSO. PALMA. Carlos I y posiblemente su hijo Felipe II fallecieron de malaria. El militar británico Oliver Cromwell, debido a su aversión al catolicismo, se negó a tomar quinina, más conocida en la época como ´el polvo de los jesuitas´, y murió a los 59 años de edad. A Cromwell le llevó a la tumba su tozudez y la enfermedad provocada por el parásito del género Plasmodium, transmitido a través de las picaduras de los mosquitos. Una recua de papas también feneció en la Edad Media cada vez que paseaban por los arrabales del Vaticano, infestados de zonas palúdicas.
En definitiva, "la malaria es una de esas enfermedades que determina la historia del mundo y, todavía hoy, sigue siendo así", sintetiza el investigador español y Premio Príncipe de Asturias, Pedro Alonso. El Jefe del Servicio de Salud Internacional y Medicina Tropical del Hospital Clínic de Barcelona ofreció ayer, en la sede del Colegio de Abogados, una conferencia invitado por el Club de Opinión de DIARIO de MALLORCA y la conselleria de Asuntos Sociales.
El catedrático incidió en cómo esta afección impide hoy en día el desarrollo económico de algunos países latinoamericanos, asiáticos y de buena parte del África subsahariana –en 35 años ha rebajado un 32% su Producto Interior Bruto–. En cambio, en su ausencia florece la sociedad. "Con mosquitos vectores hace 2.000 años, no se hubieran desarrollado la cultura romana ni la griega", advirtió.
Pedro Alonso observa que dolencias como la malaria condicionan la existencia de pobres y ricos. Ese sería el primer estadio, luego llega el "círculo vicioso". Por ello, retoma las palabras del especialista en salud pública Charles Edward Winslow, quien dijo en 1951: "Los hombres y las mujeres enfermaban porque eran pobres, se empobrecían aún más porque habían enfermado, y se ponían más enfermos porque se habían hecho más pobres". El Premio Príncipe de Asturias recuerda que cada 30 segundos fallece una persona por esta afección y el esfuerzo económico para erradicarla no se corresponde con su impacto letal. Actualmente, el 84% del gasto sanitario mundial se dirige al 16% de la población, que vive en países blindados a la malaria. El 90% del dinero de investigación se destina a las enfermedades que provocan sólo el 10% de las muertes. Por ello, insiste en el uso de mosquiteras impregnadas con insecticidas, que cuestan cinco euros y duran cinco años, y en la mejora del sistema sanitario de estos países –Son Dureta dispone del mismo número de médicos que Mozambique–. Son medidas sencillas a la espera de que en 2011 se registre la primera generación de vacunas, cuya eficacia será "moderada", admitió.
Pedro Alonso agradeció la aportación económica de la conselleria de Fina Santiago y del Colegio del Sagrado Corazón. El departamento de Asuntos sociales del Govern financiará con 250.000 euros una de las líneas de investigación que desarrolla el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (Cresib) sobre la malaria, que dirige Pedro Alonso.
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