La dermatitis atópica o eczema atópico, es una enfermedad inflamatoria caracterizada por sequedad cutánea, picor, lesiones rojizas y curso más o menos crónico y recurrente. Suele iniciarse durante la infancia y atenuarse gradualmente con la edad, aunque puede persistir, o incluso aparecer por primera vez, en la edad adulta. En la dermatitis atópica del lactante, las lesiones suelen ser más agudas y localizadas en la cara y en zonas de extensión de los miembros. A partir de los dos años, las lesiones suelen hacerse más crónicas, con engrosamiento de la piel por el rascado frecuente, con preferencia por zonas flexoras de los miembros (codos, rodillas, muñecas…). Puede existir afectación labial, empeorada en muchos casos por el chupeteo y la humedad constante de la zona.
La dermatitis atópica se ha convertido en un problema de salud pública en los países desarrollados, llegando a afectar hasta al 20-30 % de los niños, con una mayor prevalencia en las zonas urbanas y en las clases sociales altas. Muchos autores han apoyado la llamada “hipótesis de la higiene”, que promulga que la menor exposición de los niños a gérmenes y alergenos que se produce en las zonas desarrolladas dificulta la adecuada maduración del sistema inmunológico y favorece las alergias. Además, la sociedad actual, a veces, no favorece lo suficiente la alimentación infantil con leche materna cuyos efectos beneficiosos son indiscutibles. Así, la alimentación exclusiva con leche materna durante los tres primeros meses de vida se asocia con una menor incidencia de dermatitis atópica. Sin embargo, los niños que son enviados a la guardería a partir de cierta edad, presentan una menor incidencia de dermatitis atópica.
La frecuente asociación de la dermatitis atópica con el asma y la rinitis alérgica se debe a alteraciones genéticas que se correlacionan con desequilibrios inmunológicos. Esto explicaría, por ejemplo, que la alergia a las proteínas del huevo se haya asociado con una mayor gravedad y duración de la dermatitis atópica.
En el origen y mantenimiento del eczema atópico parece existir un círculo vicioso: el picor y el daño mecánico producido por el rascado inducen la producción de moléculas proinflamatorias que a su vez favorecen el eczema y el picor. De ahí la importancia de intentar evitar el rascado de la piel, aunque esto es difícil, sobre todo en niños.
En el tratamiento tópico de la dermatitis atópica se usan corticoides y antibióticos, así como inhibidores de la calcineurina (tacrolimus y pimecrolimus). Hace unos años, la FDA lanzó una advertencia respecto al uso de tacrolimus y pimecrolimus, en función de una posible falta de seguridad a largo plazo y a una posible relación con el desarrollo de linfomas, lo cual no se ha demostrado en estudios recientes. Hoy en día se propugna el uso de estas cremas, unidas a cremas hidratantes y leches corporales, como terapia de mantenimiento, una vez mejorado el brote, para obtener un tiempo más prolongado de remisión clínica y reducir la dosis total de corticoides tópicos. En casos severos de dermatitis atópica puede ser necesario el tratamiento oral, bajo supervisión médica, con corticoides o incluso con ciclosporina. Conviene saber que existen pocas evidencias que sustenten el uso de antihistamínicos orales en la dermatitis atópica, si bien el empleo de antihistamínicos con efecto sedante puede ayudar al sueño nocturno.
El Dr. Martínez Escribano es dermatólogo del Hospital Virgen de la Arrixaca (Murcia) y de la Clínica Openderma (Murcia)
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