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Zaragoza - 2010-03-28

Los elementos de la naturaleza han sido mostrados con crudeza por algunos, puesto que las fuerzas que refieren pueden desatar (y desatan) catástrofes tales como inundaciones, terremotos, erupciones y huracanes. Sin embargo, la tónica generalizada es la de representarlos bajo un culto bello y misteriosamente simbólico lleno de romanticismo, que para muchos es siempre la primera inspiración a la que acudir ya desde los tiempos más remotos del hombre creativo, la naturaleza.

Como bien hemos visto en el apartado "Las marcas de Toth en el Tarot", mucho antes de que Platón analizara a conciencia estos cuatro arquetipos en su importantísima obra filosófica "Timeo", el sabio Toth y sus alquimistas iniciados los usaban para clasificar las diferentes fuerzas de la naturaleza y el cosmos.

Estas cuatro fuerzas, pues, como muchas otras cosas, provienen del Egipto primigenio (o de la misteriosa civilización de la que Toth partió), y no podrían haber dado más de sí en la Historia cultural de las civilizaciones.

Todas las culturas, antiguas y modernas, los utilizan de una manera u otra. A menudo los encontramos deidificados o personificados, como en la divinidad griega Poseidón, señor de los mares.

El cristianismo, como vemos en el naipe de El Mundo (XXI) de El Tarot de Marsella, los asimilaría para sus cuatro evangelistas bajo los símbolos del león (San Marcos, fuego), el águila (San Juan, aire), el toro (San Lucas, tierra) y el ángel (San Mateo, agua)

Sin embargo, como no podía ser de otra manera, es en las culturas con creencias más afines y respetuosas con la naturaleza, como la budista o la celta, de las que hablaremos más adelante, donde los cuatro elementos han adquirido una tremenda importancia.

Con el paso de los siglos, y a pesar de las inevitables y confusas contradicciones, se fijaron las asociaciones que Toth y su asimilación griega Hermes promulgaron, siendo éstas las más comunes en todo occidente. En oriente podemos encontrar algunas modificaciones, los cuatro de tierra, aire, fuego y agua pasan a ser los cinco taoístas de tierra, agua, fuego, metal y madera. No obstante, en algunos estilos de vida culturales y filosóficos orientales como el Zen, los cuatro elementos de occidente se pueden estudiar sin ninguna alteración.

Antes de interesarme por el Tarot, al que, en honor a la verdad, en un principio yo también desprestigiaba, los cuatro elementos de la naturaleza me cautivaron de manera especial. Al poco vi que, bajo la apariencia de dioses y semidioses en muchos casos, estas cuatro fuerzas esconden un antiquísimo código en el que se puede asociar casi cualquier cosa a un elemento concreto, exactamente igual a como hace el Tarot.

Pero, ¿qué son exactamente los elementos?

Los elementos son arquetipos, es decir, símbolos universales, que bajo la bella iconografía de la naturaleza y, en base a los diferentes estados de la materia, dignifican y clasifican todo aquello que existe, formando un impresionante código vital y filosófico que ha estado vigente en nuestro mundo desde las primeras civilizaciones. Nuestras emociones, nuestros pensamientos y sensaciones, y todos nuestros procesos espirituales se recogen en este misterioso código que pretende enseñarnos a recuperar aquel vínculo que antaño el hombre mantuvo con la naturaleza.

Más adelante iremos estudiando cada elemento por separado, pero en una primera aproximación podemos ver la clasificación elemental occidental y las características de cada uno en este pequeño organigrama:

La Tierra es el elemento de todo lo físico, de lo tangible y de lo mundano. Se le atribuyen cualidades femeninas, frías y secas. Es la prosperidad, la cosecha del cultivo, la estabilidad, la firmeza y el sustento básico. Su color es el verde y su punto cardinal es el norte. Se dice que los espíritus elementales son los gnomos, que simbólicamente protegen los bosques. Los signos astrológicos de tierra son Tauro, Virgo y Capricornio, a los que concede bravura, inocencia, constancia y determinación. En el Tarot lo representa el palo de oros, relacionado con la prosperidad, el dinero, las posesiones y la economía.

El aire es el elemento de la idea, de la palabra y de todo lo mental. Se le atribuyen cualidades masculinas, cálidas y húmedas. Es la libertad, la inventiva, la imaginación, el pensamiento y la comunicación. Su color es el amarillo y su punto cardinal es el este. Los espíritus elementales del aire son las sílfides, que simbólicamente guardan los cielos. Los signos astrológicos de aire son Acuario, Libra y Géminis, a los que concede el don de la palabra, los sueños, el análisis, la justicia y la equidad. En el Tarot lo representa el palo de espadas, relacionado con superar las barreras de la mente.

El fuego es el elemento de todo lo espiritual, de la fuerza vital, la individualidad y la transformación. Se le atribuyen cualidades masculinas, cálidas y secas. Es la llama espiritual que nunca se apaga, la energía vital de todo y de todos. Su color es el rojo y su punto cardinal es el sur. Los espíritus elementales del fuego son las salamandras, que simbólicamente habitan las ascuas. Los signos astrológicos de fuego son Aries, Leo y Sagitario, a los que concede ímpetu, vigor, iniciativa y necesidad de cambio y expansión. En el Tarot lo representa el palo de bastos, relacionado con el trabajo, la individualidad, los viajes y los cambios.

El agua es el elemento de todo lo emocional, la intuición, la adaptación, el mundo interior, las artes, la mística y los símbolos. Se le atribuyen cualidades femeninas, frías y húmedas. Es la asimilación, la integración y la adaptación de nuestras emociones al entorno que las rodea. Su color es el azul y su punto cardinal es el oeste. Los espíritus elementales del agua son las ondinas, que simbólicamente gobiernan los lagos, los ríos y los mares. Los signos astrológicos de agua son Piscis, Escorpio y Cáncer, a los que concede capacidad de adaptación, sensibilidad, empatía, intuición y sacrificio. En el Tarot lo representa el palo de copas, relacionado con las emociones y las relaciones humanas.

Se dice que el verdadero estudio de los elementos puede llevar toda una vida, pues existen infinidad de asociaciones y correspondencias a cada uno de ellos (cuatro estaciones, cuatro puntos cardinales, cuatro palos de la baraja, cuatro antiguos poderes, cuatro virtudes, días de la semana, signos astrológicos, piedras, metales, plantas, hierbas, planetas, y un largo etc...) que además nos llevan a experimentar de primera mano el contacto con la naturaleza. Sin embargo, para el propósito que nos ocupa, comprender el Tarot, nuestro pequeño estudio será más que suficiente para familiarizarnos con el código elemental.

La forma más fácil de entender este código es aproximarse a aquellos estilos de vida que le rinden culto. La wicca y el budismo zen son dos de los mejores ejemplos para este propósito y por ello merecen un pequeño apartado en nuestro estudio:

DE OCCIDENTE: La wicca celta

La wicca, mal definida por algunos como una religión, es un estilo de vida pagano de honra y respeto a la naturaleza que salió del secretismo hace pocas décadas, pues tuvo que ocultarse durante siglos de la amenaza de la religión monoteísta occidental, su famosa centenaria caza de brujas. El culto y la personificación de la naturaleza, que se remontan a los primeros tiempos del ser humano, son las bases de las creencias de esta tradición pagana británica, unidos, cómo no, a la práctica de la magia natural (controlar y transformar sus vidas con la ayuda de la energía de la naturaleza, que para los wiccanos no tiene nada de sobrenatural) en la que encontramos a los cuatro elementos de la naturaleza en las formas más bellas, místicas y llenas de romanticismo que hayan llegado a adoptar en toda la cultura occidental. Se considera a la wicca como el legado de la sabiduría de los mágicos druidas celtas, que vivieron en total armonía con las fuerzas de la naturaleza, heredada por las brujas (se cree que la palabra wicca proviene de witch, bruja)

Entre sus adeptos sólo existe una regla, muy famosa por cierto, la conocida como la triple ley o ley del retorno : "haz lo quieras, pero no hagas daño a nadie, porque todo lo que envíes te será devuelto por tres" En efecto, respetar la vida en todas sus formas es primordial para los wiccanos.

La importancia del tres, que hace referencia, cómo no, al equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, se palpa en todas sus creencias, desde sus más conocidos símbolos, como el trisquel, hasta su principal deidad, la diosa madre de la luna (elemento agua), o la Triple Diosa, que con sus tres rostros representa las tres fases de la luna, creciente, llena y menguante.

Aquellos que la conocéis ya sabréis que todo en la wicca sigue los ciclos de la naturaleza, las estaciones (que cada una representa el poder de un elemento concreto), las fases de la luna, el sol y los demás planetas de la astrología, en base a los que celebran sus sabbats. Los sabbats son ocho especiales fechas a celebrar, de las cuales cuatro coinciden con los dos equinocios y los dos solsticios. La más importante de ellas es Samhain, el día de los difuntos, el fin de año wiccano y el día más mágico de todos.

La wicca es famosa por su estudio de la naturaleza, en el que piedras, minerales y plantas (elemento tierra) poseen atributos mágicos y terapéuticos. La gemoterapia y la aromaterapia, por ejemplo, son estudiadas también bajo la clasificación arquetípica de los elementos en la wicca: la plata se asocia al agua, la luna y todo lo femenino como el oro se asocia al fuego, el sol y todo lo masculino; o por ejemplo el muérdago, al igual que la rosa, está asociado directamente al amor y las relaciones... como ya vimos describiendo al arquetipo, son nociones comunes a la mayoría de las culturas.

La cartomancia está muy extendida entre las prácticas de la wicca, tanto que casi con toda seguridad se podría afirmar que cualquiera que se autodenomine wiccano conoce el Tarot y alguna forma de ultilizarlo.

A ORIENTE: El budismo zen

El budismo zen también ha cogido tremenda fama en los últimos años. Los occidentales vemos en este estilo de vida una salida directa del estrés y la tensiones diarios, pero en realidad es mucho más que eso. Si por algo Buda es famoso en el mundo entero fue por alcanzar el nirvana, el cénit de la espiritualidad al que sólo se llega mediante y por la meditación.

Por ello el término "Buda" significa "despierto", porque supone despertar a lo que de verdad importa, comprender la eternidad de la existencia (la reencarnación y la indestructibilidad del espíritu [elemento fuego] son harto importantes en sus creencias) Ésta es la misión del budismo zen, superar, meditando, las peligrosas barreras que la mente (el palo de las espadas en el Tarot, el elemento aire) pone para ocultarnos a nosotros mismos la auténtica y única realidad: el aquí y ahora, el presente. Para los budistas zen no hay mayor error que vivir en la postergación que supone la fe, pues cuando tienes fe estás viviendo en el futuro, no en el presente; o vivir en el recuerdo, pues cuando los recuerdos te invaden estás viviendo en el pasado, no en el presente. Vivir todo tipo de experiencias y abandonarlas a su fin, sin aferrarse a nada, es la práctica de toda la filosofía zen. Evidentemente, esto choca del todo con el estilo de vida occidental, en el que no podemos abandonar ninguna de las obligaciones impuestas por la sociedad.

La sociedad es, para el zen, lo primero que debe dejarse atrás, ya que la única forma posible de vivir la plenitud de la existencia es descubriendo la propia individualidad, el elemento fuego, la posesión más preciada del ser humano. Ayudar a sus discípulos a entender el verdadero significado de la existencia es el cometido del maestro zen, así como el del Tarot es guiar a su usuario hasta encontrarlo. Los mensajes que el Tarot encierra en sus naipes son, realmente, los mismos que los que transmite esta filosofía oriental: todo lo que existe tiene su lugar y su momento en este mundo, si algo faltara la existencia lo echaría en falta: el zen (como la wicca) es la absoluta aceptación de todo lo que acontece, lo bueno y lo malo, la vida y la muerte, el yin... y el yang. En mi caso particular, fue cuando compré un famoso tarot zen cuando comencé a interesarme por el budismo zen. Supongo que como a muchos de vosotros, la famosa complejidad y redundancia filosófica de las enseñanzas budistas me resultaban difíciles, pero creedme que una vez te has familiarizado con el código del Tarot y los cuatro elementos, es más que fácil comprender su verdad.



Como vemos, la universal presencia de estos cuatro arquetipos nos acompaña desde siempre. Multitud de símbolos lo demuestran. Algunos de los más extendidos y comunes símbolos a muchas culturas que, por supuesto, podemos encontrar en multitud de tarots distintos, son la ya estudiada esfinge arcaica de los egipcios; la cruz celta, cuyos brazos tienen todos la misma longitud; el símbolo del infinito, el "ocho" tumbado; la esvástica, que mucho antes de ser adoptada por los alemanes era un venerado símbolo solar; el famosísimo "yin-yang", llamado realmente taijitu; el también archiconocido pentagrama, pentáculo, pentalfa o estrella de David, en el que cuatro de sus puntas representan a los cuatro elementos y la quinta al hombre o al espíritu quintaesencial también llamado éter; el antes mencionado sello de Salomón del judaísmo, u otros más básicos como el cuadrado o el rectángulo, que representan el equilibrio entre los cuatro, o el círculo, que representa la fusión de los cuatro. Depende de ti escoger el símbolo que más te atraiga si quieres seguir profundizando en el estudio de los elementos, pues te ayudará a comprender mejor la simbiosis que conforman. Aunque sobra decir que puedes crear tu propio símbolo o símbolos para este propósito, personalizando aún más la experiencia del aprendizaje.

Los más básicos, rectángulos y cuadrados, son en numerosísimas culturas arquetipos simbólicos por excelencia del equilibrio, la unidad y la estabilidad, nociones que el Tarot lleva transmitiendo miles de años desde cada una de sus cartas, a través primero de su característica más importante, la simetría que lo rige, y luego desde todos y cada uno de los símbolos que encierra. Al igual que los cuatro lados que forman el cuadrado, cuatro elementos coexisten en la naturaleza, creando una unidad en completo equilibrio. He aquí la raíz de toda la simbología universal que posee el Tarot.

Llegando incluso a coger gran fuerza en la iconografía de las industrias del cine, la literatura y de los videojuegos en la actualidad, los cuatro elementos que todo lo conforman han gobernado ciencias, mancias, magias, cultos, mitos, leyendas, pueblos, sociedades y las propias mentes de los hombres.

Su presencia en el Tarot es también harto indiscutible, donde sirven para distinguir y combinar, como ya bien decía Toth-Hermes en su Tabla Esmeralda, lo mental de lo tangible, lo emocional de lo espiritual, lo de abajo y lo de arriba.... lo de dentro y lo de fuera.... el yin.... y el yang.

Los cuatro elementos son, en definitiva, la herramienta de la que se sirve el Tarot (y otras muchas cosas más) para crear su propio código, sin el que, seguramente, sería imposible manejarlo...

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http://eltarotdesergioenzgz.blogspot.com/2009/02/los-cuatro-elementos-de-la-naturaleza.html


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